Nueva York, 7 abr, (ap).- Anna Fortunato, una anciana de 90 años sobreviviente del COVID-19, tiene un mensaje para el resto de nosotros:
No temas. No te desesperes.
“Seguir luchando, tener una actitud positiva y orar”, dice. “Y levantarse de la cama. No te quedes en la cama todo el día ... Y quiero decirles: ‘Si yo pude, tú también puedes’”.
El hecho de estar viva y dando consejos a otros sorprende a la propia Fortunato.
“En el hospital dijeron que era un milagro”, dijo la residente de Long Island, hija de inmigrantes italianos nacida el mismo año del desplome de Wall Street. “Quizás lo fue. Pero trabajé para ello, déjame decirte”.
Fortunato, viuda y con cinco hijos, contrajo asma ya con edad avanzada, pero aparte de ello es sana y fuerte. Vivió en su propio apartamento hasta hace un año, cuando se mudó a una residencia para ancianos tras una caída.
En la comunidad de The Arbors en Jericho, Fortunato participaba regularmente en actividades como bingo y excursiones a casinos.
Empezó a sentirse enferma el 13 de marzo. Había oído del COVID-19, pero no pensó mucho en ello.
“Me duele la garganta, pero es un resfriado”, le dijo a su hija Teresa Gund por teléfono. “Voy a estar bien”.
El fin de semana, su tos empeoró. Gund le dijo a los empleados de The Arbors que pidiesen una ambulancia. Mirando la pantalla del ceular de una enfermera, Fortunato dijo que notó el miedo en los ojos de su hija.
Cuando su condición empeoró, los médicos le dieron a Fortunato en un intento desesperado una medicina antimalaria.
Ya sea por eso o por otros tratamientos, Fortunato comenzó a mejorar. Luego de 13 días, fue dada de alta.
En la mayoría de los casos, el virus causa apenas síntomas moderados, como fiebre y tos, que desaparecen en dos o tres semanas. Para otros, especialmente ancianos y personas con problemas de salud, puede causar síntomas más severos e incluso la muerte.
Estados Unidos tenía hasta el martes el mayor número de casos confirmados de coronavirus, con casi 369.000, y unas 11.000 muertes de acuerdo con datos de la Universidad Johns Hopkins.
Aún pasará tiempo antes de que Fortunato pueda abrazar a su familia o regresar a misa y visitar el casino con otros residentes de la comunidad, todos confinados ahora por su enfermedad.
Pero ella no se queja, sabiendo que es afortunada.
“Tuve un bien esposo. Y mis hijos son hermosos”, dijo Fortunato, que cumple 91 años en junio. “He vivido para ver a mis nietos y mis bisnietos”.